From: Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America
17.1 (1997): 7-24.
Copyright © 1997, The Cervantes Society of America
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ALBERTO SÁNCHEZ |
Inversión de la biografía de Cervantes
urante el último tercio
de nuestro declinante siglo XX estamos asistiendo a una profunda revisión
en el estudio de la personalidad humana, de la vida histórica y concreta
del genial creador de Don Quijote.
Hemos pasado, apenas sin transición,
desde la biografía romántica, idealizada, heroica
según Ramón de Garciasol, o ejemplar y heroica,
en la adjetivación de Astrana
Marín,1 a las atrevidas insinuaciones
de Rosa Rossi sobre las ocultaciones de la diversidad social del escritor
(converso) y de sus presuntas relaciones homosexuales; o a los
perfiles de jugador, pendenciero y hasta dipsómano que le atribuye
Cristóbal Zaragoza.2
En vez de proseguir el estudio inagotable de
su obra, los últimos biógrafos de Cervantes parecen empeñados
en desmontar al autor del elevado pedestal de su estatua. Como se dice muy
graciosamente en un reciente libro de Emilio Sola, Cervantes y la
1 Vid.
mis comentarios a 18 biografías de Cervantes, presentadas por orden
cronológico en Suma cervantina, edición de J. B. Avalle-Arce
y E. C. Riley (London: Tamesis Books Ltd., 1973), 411-13.
2 Cfr. Rosa Rossi,
Ascoltare Cervantes (Roma: Editori Riuniti, 1987) y Cristóbal
Zaragoza, Cervantes. Vida y semblanza (Madrid: Mondadori España,
1991).
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Berbería, mientras que los biógrafos de Cervantes, del
siglo XIX y primera mitad del XX, se esforzaban en buscarle novias
a Cervantes (en Nápoles, Lisboa o Madrid), ahora parece que los nuevos
investigadores se empeñan en buscarle novios, y no solamente
en Argel.3 Las elucubraciones acerca de una
posible diversidad sexual cervantina se inician por Zmantar y la extensa
obra de Combet, Cervantès ou les incertitudes du
désir.4
Claro está que no todos los biógrafos
coinciden en esta línea discrepante. Jean Canavaggio, de larga y brillante
ejecutoria en los fastos del cervantismo, en su reciente y admirable
biografía de Cervantes, admite juiciosamente el volumen de
misterio que todavía encubre la personalidad del
escritor.5 También la revisión
por Garciasol de su biografía cervantina en Claves de
España, incorpora las rectificaciones de Castro y Rodríguez
Moñino, que algo empañan la ejemplaridad de Cervantes,
pero sin alterarla sustancialmente. Otro tanto puede advertirse en el libro
de Julián Marías, Cervantes clave española, aunque
se expande en consideraciones más generales y
abstractas.6
En todo caso, la consideración de Cervantes
como clave que nos puede conducir al laberinto de la cultura
española (con su Don Quijote de clavero mayor), supone más
una interpretación subjetiva que la aclaración objetiva de
la auténtica personalidad del autor.
Del mito al hombre era el alentador
y promisorio subtítulo que dio Juan Antonio Cabezas a su
Cervantes, estimable biografía publicada en
1967.7 Aparte de ciertas cualidades positivas
de la obra, lo cierto es que el hombre Cervantes sigue en ella aureolado
entre los nimbos del mito, más bien que contemplado en la realidad
histórica. Propiamente es una versión reducida, legible y amena,
de
3 Vid.
Emilio Sola y José F. de la Peña, Cervantes y la
Berbería (México-Madrid: Fondo de Cultura Económica,
1995).
4 Vid. Louis
Combet, Cervantès ou les incertitudes du désir. Un approche
psychostructurale de l'oeuvre de Cervantès (Lyon: Presses
Universitaires, 1980).
5 Vid. Jean
Canavaggio, Cervantes, en busca del perfil perdido, traducción
de Mauro Armiño. (Madrid: Espasa-Calpe, 1992). Es la segunda edición
en español, corregida y aumentada.
6 Cfr. Ramón
de Garciasol, Claves de España: Cervantes y el
Quijote (Madrid: Espasa-Calpe, 1969) (Col. Austral, n°
1481); y Julián Marías, Cervantes, clave española
(Madrid: Alianza Ed., 1990).
7 Vid. Juan Antonio
Cabezas, Cervantes (Madrid: Biblioteca Nueva, 1967). J. A. Cabezas,
periodista, narrador, autor de más de cincuenta libros de amena y
varia lectura, falleció en Madrid, el viernes, 10 de diciembre de
1993, a la avanzada edad de 94 años. Descanse en paz tan laborioso
ilustrador de las letras españolas.
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la monumental, ejemplar y heroica vida de Cervantes trazada por
Astrana Marín.
En el prólogo orientador declaraba
Cabezas: Lo que he intentado es una moderna biografía literaria
de Cervantes, basada en la documentación, obra que no existe en la
copiosísima Bibliografía cervantina. Tan absoluta
carencia, empero, no es admisible; ahí están las de Navarro
Ledesma, Miguel Santos Oliver, Ramón de Garciasol, Sebastián
Juan Arbó, Jean Babelon y Miguel Herreros García, entre otras;
todas de este siglo y anteriores a la de Cabezas; todas con base documental
y exposición más o menos novelesca.
Hacía hincapié en que la suya
no sería obra erudita de difícil lectura e
interpretación, ni de sola amena lectura, a semejanza de las que,
por prescindir de los documentos, han mezclado peligrosamente y sin
discriminación lo verdadero con fábulas folletinescas.
He aquí un programa bien loable de cara al gran público.
Terminaba reconociendo su deuda a Luis Astrana
Marín, que había anulado para siempre (atrevidísima
aserción) las leyendas que más por falta de
documentación que por mala fe, se habían mezclado a la apasionante,
novelesca, no novelera, biografía del Príncipe de los
Ingenios Españoles.8 En toda
esta retórica, los calificativos de apasionante y
novelesca realzan el entusiasmo hagiográfico, superable en
el biógrafo científico y objetivo.
Mas no olvidemos que Astrana Marín
condenó supercherías de la tradición cervantista, pero
imaginó por su parte algunas actuaciones y comportamientos de Cervantes
que carecen de comprobación en los documentos por él descubiertos,
o comentados con nueva interpretación.
Como ejemplo inicial descollante, señalaremos
la formación escolar de Cervantes en el Colegio sevillano de los jesuitas;
o la condena en Madrid, por las heridas causadas a un tal Sigura en 1569,
según el enigmático documento encontrado por Jerónimo
Morán en el pasado siglo; a lo que cabría añadir la
inmediata fuga a Italia de Cervantes el mismo año, siguiendo la ruta
por tierra que llevan los peregrinos del Persiles, la novela
póstuma.
Basten estas referencias generales como punto
de partida en la moderna reconstrucción de la biografía cervantina,
no tan exhausta de valores notables como suponía Cabezas en 1967.
Por mi parte, he procurado establecer los
necesarios puntos de apoyo y crítica bibliográfica para la
información elemental e
8 Vid.
obra citada en la nota anterior, p.15.
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indispensable de futuros investigadores en este sector del cervantismo.
Primero, mediante mi colaboración en
la Suma Cervantina editada por Avalle-Arce y
Riley.9
Más tarde, en la revista
Anthropos tracé un bosquejo histórico-bibliográfico
razonado de los progresos de la biografía cervantina, desde la de
Mayans en el siglo XVIII hasta la de Canavaggio, para mí la más
aceptable entre las muchas aparecidas durante el siglo
XX.10
Finalmente, en junio de 1994 envié el
texto definitivo de mi intervención en un Seminario celebrado en el
Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares durante el anterior
mes de mayo. Invitado por el profesor Pablo Jauralde Pou, leí una
comunicación sobre las Nuevas orientaciones en el planteamiento
de la biografía de Cervantes, como continuación y puesta
al día de mi citada aportación a la Suma Cervantina,
veinte años antes. Todavía no se ha publicado el anunciado
Cervantes de Alcalá, donde confío que aparezca mi
trabajo.
Con estas humildes credenciales, me propongo
ahora concentrar, en un período culminante y cimero, la revisión
general de la biografía cervantina que estamos presenciando, no sin
cierta perplejidad algunas veces. Quiero invitaros a reflexionar conmigo
acerca del cautiverio cervantino en Argel, a la luz de las nuevas
biografías, o de estudios especiales dedicados al período más
documentado y, quizá por eso, más controvertido actualmente
en la peripecia vital de Cervantes. Que no nos ofusque esa flamante luz,
tal vez encendida al calor de ideas y teorías de reciente
implantación, más que el sereno meditar ante unos testimonios
personales de la época, o a la consideración atenta del ambiente
histórico, bien estudiado en las últimas décadas.
Después de analizar la huella de Astrana
Marín, el legado de Américo Castro o la rápida
difusión del erotismo masoquista de Combet, llegaba yo
a la conclusión de que para renovar y trastocar la biografía
cervantina se han tenido más en cuenta las declaraciones y rasgos
autobiográficos repartidos a lo largo de la creación literaria
del mismo Cervantes que los documentos objetivos y externos, e incluso
9 Me
encargaron y acepté gustoso la redacción del primer capítulo
de la Suma, que versaba sobre el Estado actual de los estudios
cervantinos (pp. 3-24 y 411-13). Fue muy consultado e incluso elogiado;
recuerdo con especial gratitud la opinión impresa de la profesora
norteamericana Ruth El Saffar, fallecida hace pocos meses.
10 Vid. Alberto
Sánchez, La biografía de Cervantes: bosquejo
histórico-biográfico, Anthropos, revista de
documentación científica de la cultura, 98/99 (Barcelona,
julio-agosto 1989), pp.30-40.
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la circunstancia histórica que los rodea. Con lo cual regresábamos
a los mismos fundamentos en que se apoyaba la primera biografía de
Cervantes por Mayans en 1737. Con la gran diferencia de que la relectura
actual de sus libros se hace según la pauta, doctrina y métodos
del psicoanálisis y de otras teorías modernas. No sin prejuicios
ni anteojeras, como lo debió hacer Mayans.
Esta afirmación es válida
principalmente en todo lo que se refiere al cautiverio cervantino en Argel,
quizá el periodo mejor documentado y atendido por los estudiosos de
la vida de Cervantes. Si acudimos a la extraordinaria y recientísima
Bibliografía del Quijote de nuestro admirado colega Jaime
Fernández, S.J., profesor de la Universidad Sophia de Tokyo, encontramos
cerca de trescientas entradas en torno a la historia del Capitán
Cautivo (DQ, I, 39-41), donde quedó reflejada con gran verosimilitud
aquella terrible experiencia.11
Y tengamos en cuenta, ante todo, la
documentación oficial que consta en la Información,
solicitada por Cervantes, de lo que ha hecho estando captivo en
Argel, conocida desde 1894, cuando Ceán Bermúdez se
encargó de buscarla en el Archivo de Indias de Sevilla, por encargo
de Fernández de Navarrete, que ya dio cuenta de ella en su Vida
de Cervantes (Madrid, 1819). Toda la Información y otros
valiosos documentos que la complementan pueden leerse hoy cómodamente
el la Col. Cervantina dirigida por José Esteban y Gonzalo
Santonja.12
El primer documento recogido es el
Memorial de Cervantes en solicitud de un cargo vacante de Indias (que
le fue denegado) en mayo de 1590. No sé si se habrá advertido
la significativa coincidencia cronológica del comienzo del documento
con una afirmación de la historia del Cautivo en el Quijote
(I, 39).
La instancia comienza así: Miguel
de Cervantes Saavedra dice que ha servido a V.M. muchos años en las
jornadas de mar y tierra que se han ofrecido de veintidós años
a esta parte, particularmente en la Batalla
Naval . . . Y en el Quijote (I, 39) oímos
declarar al Capitán al principio de su historia: éste
hará 22 años que salí de casa de mis
padres . . . Ahora bien, como nos habla, a
continuación, que
11 Vid.
Jaime Fernández, S.J., Bibliografía del Quijote
(Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1995), pp. 386-400.
En el contexto que ahora nos ocupa, destacaremos los trabajos del distinguido
cervantista americano L. A. Murillo, que considera como Ur-Quijote
la historia del Capitán Cautivo.
12 Vid. Miguel
de Cervantes, Información . . . de lo que ha servido
a S.M. y de lo que ha hecho estando captivo en Argel . . .
(Documentos). Transcripción de Pedro Torres Lanzas (Madrid: José
Esteban, ed., 1981).
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presenció la muerte de los condes Egmont y Horn, ejecutados en Bruselas
el año 1568, es posible convenir con Francisco Ayala que la historia
del Cautivo debió escribirse dieciséis años antes de
la publicación del primer Quijote; además, en la vida
y sucesos del Cautivo se nombra a Felipe II como viviente al hablar de don
Juan de Austria, como hermano natural de nuestro buen rey don
Felipe.13
A mí me atrae singularmente la curiosa
repetición de esos 22 años, en la que parecen no haber reparado
los biógrafos. Durante esos años discurre, con plena armonía
en la novela, el tiempo histórico y el poético; lo cual implica
la autenticidad vital de un relato, en parte autobiográfico e integrador
de lo que pudiéramos considerar la fase heroica en la propia
vida del escritor; tiene su epicentro en el desdichado quinquenio de su
cautiverio argelino (1575-1580). Nos acerca a un momento crucial de la historia
de España y del Mediterráneo. Por todo lo cual, Emilio
González López consideraba a Cervantes como maestro de la novela
histórica y precursor muy temprano de los Episodios Nacionales
de Pérez Galdós.14
En torno a la esclavitud argelina se han tejido
últimamente una serie de audaces conjeturas, que me propongo analizar
con la objetividad indispensable.
Morir como buen soldado, en servicio de Dios y del Rey
Sabido es que Cervantes luchó como soldado
de Marina (que diríamos hoy) en la batalla naval de Lepanto (1571),
donde resultó herido y perdió el uso de la mano izquierda,
con lo que acreditó el título de Manco de Lepanto, reconocido
y ensalzado por quienes le rodeaban. Aunque muchos años más
tarde, el anónimo autor del Quijote apócrifo (1614)
se burlara inicuamente de esta mutilación y escribiera con descaro
en el prólogo de aquella imitación: Cervantes . . .
como soldado tan viejo en años cuanto mozo en bríos,
tiene más lengua que manos.
La respuesta de Cervantes, en el prólogo
de la 2a Parte del Quijote (1615) fue rotunda y definitiva.
Replica que su manquedad no nació en trifulca de taberna, sino
en la más alta ocasión que vieron
13 Vid.
Francisco Ayala, La invención del Quijote, en Los
Ensayos. Teoría y Crítica Literaria (Madrid: Aguilar, 1972)
p. 654. Este ensayo se publicó por primera vez en la revista
Realidad II (Buenos Aires, 1947). Murillo viene a reforzar este supuesto
cronológico.
14 Vid. Emilio
González López, Cervantes, maestro de la novela
histórica contemporánea: la Historia del Cautivo,
Homenaje a Casalduero, pp. 179-187.
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los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros. Fue
la última y más exaltada de sus rememoraciones literarias de
la gesta de Lepanto.
De acuerdo con ello, no había por qué
exagerar la actuación de Cervantes, tan clara y previsible en aquella
ocasión. Pero así lo han venido haciendo sus hagiógrafos,
al interpretar a su modo el testimonio de los doce amigos de cautiverio en
la Información de Argel, ante el monje liberador, a petición
del mismo Cervantes (1580); y la pedida por su padre en Madrid (1590), en
la que deponen cuatro testigos ante Jiménez Ortiz, alcalde de casa
y corte. En ambas ocasiones, las preguntas formuladas llevan el sello expresivo
de haber sido dictadas o escritas por el propio Cervantes; siempre en defensa
de su buen nombre y con la esperanza de obtener futuras mercedes.
En la pregunta IV del segundo cuestionario,
se pide declaración acerca del comportamiento del soldado Miguel de
Cervantes, enfermo de fiebre el día de la batalla de Lepanto. Se sugiere
que, a pesar de las recomendaciones de algunos amigos para que se refugiase
bajo cubierta, pues no estaba sano para pelear, les contestó
que mejor era morir como buen soldado, en servicio de Dios y del
Rey. Y peleó valientemente en el peligroso lugar del esquife.
Aquí los comentaristas románticos
presentan a un Cervantes macilento, con febriles ojos llameantes, arengando
a sus compañeros y dispuesto a sacrificar su vida por Dios y por el
Rey.
Pero es evidente que la declaración
repite una fórmula invocadora y ritual, idónea para transcribir
la hoja de servicios de un soldado que aspira a mejorar de posición,
más bien que ante un espejo del suceso real. La misma fórmula
se repite otras veces en la primera Información, aunque aplicada
a distintas situaciones: a Onofre Ejarque, mercader valenciano, le convencen
de que diese dinero para comprar una fragata armada, en la que pudieran escapar
algunos cautivos, persuadiéndole que ninguna otra cosa podía
hacer más honrosa, ni al servicio de Dios y S.M. más
acepta, lo cual ansí se hizo; y el dicho renegado compró
la dicha fragata de doce bancos y la puso a punto, gobernándose en
todo por el consejo y orden del dicho Miguel de Cervantes, etc.
A continuación se pregunta si
saben o han oído decir que el dicho Miguel de Cervantes, deseando
servir a Dios y a su majestad y hacer bien a cristianos dio
parte en secreto de su intento de fuga a no menos de sesenta cautivos,
toda gente la más florida de Argel.
Las fórmulas oficiales se reiteran;
pero no por eso se puede soslayar una valerosa actuación de nuestro
escritor en tales ocasiones.
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Jean Canavaggio en su mentada biografía
de Cervantes sale al paso de las exageraciones de los hagiógrafos,
pero da la razón al escritor cuando afirma en el Quijote que
la batalla de Lepanto desengañó al mundo cristiano del error
en que estaba creyendo que los turcos eran invencibles por el mar (I, 39).
Refrenda esta conclusión la tesis contemporánea del problema,
según deduce F. Braudel en El Mediterráneo y el mundo
mediterráneo en tiempos de Felipe II (Madrid, 1977).
Con posterioridad, Rosa Rossi, en su profunda
revisión del perfil biográfico cervantino, vuelve a poner en
duda la calidad de nuestro escritor como héroe; es decir, un
ser humano pronto a sacrificar su vida por Dios y por el
Rey.15
De todas formas, no se puede esquivar su presencia
en Lepanto, origen de su mutilación, ni la complacencia en la repetida
manifestación literaria de aquellos hechos, aparte de su obligada
mención en las peticiones oficiales de merced.
Diferencias en el casticismo religioso y en el comportamiento
varonil
Fue Américo Castro, principalmente en
Cervantes y los casticismos españoles (1966), quien argumentó
la teoría de segregar a Cervantes de los cristianos viejos, dominadores
en la sociedad conflictiva del Siglo de Oro. No se puede negar que las repetidas
bromas a propósito de la arbitraria división entre cristianos
viejos y nuevos llena las páginas de la obra cervantina. La
compenetración y hermandad de Don Quijote, presumiblemente cristiano
nuevo, con Sancho Panza, que presume de serlo viejo, podría ser una
lección disimulada del gran libro. Bastaría recordar la
afirmación del escudero, que yo cristiano viejo soy, y para
ser conde esto me basta (I, 21); y la respuesta irónica de Don
Quijote (y aun te sobra), para comprender la intención
y aguda crítica del autor.
Claro está que Cervantes machacaba en
hierro frío. Su entremés primero del Retablo de las
Maravillas se burlaba de unas autoridades aldeanas, engañadas
por Chanfalla y la Chirinos mediante la representación de unas
fantasmagorías escénicas que solamente podían ver los
que no fuesen hijos ilegítimos ni confesos. Es decir, los que
tuvieran pureza o limpieza de sangre. Arrastrados por la negra
honrilla, todos compiten por ver lo inexistente e incluso añaden
detalles.
15 Vid.
Rosa Rossi, en la traducción española de Escuchar a Cervantes.
Un ensayo biográfico (Valladolid: Ámbito Edics., 1988)
p.16.
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Por supuesto, el entremés no fue admitido
por los autores o empresarios, y no pudo representarse ante el
público. Pero el popular entremesista Quiñones de Benavente,
convencido de la gracia cómica del tema, pudo adaptarlo a las exigencias
del tiempo, sin más cambio importante que el de suprimir la
condición de cristiano nuevo a los incapaces de ver el retablo; bastaba
con dejarles la condición tradicional del cuento folklórico,
limitada a pedir la filiación legítima de los videntes.
Compárese este caso con el desfile militar de los hidalgos
(supuestos cristianos nuevos) y los labradores (ranciosos cristianos
viejos) en la comedia de Peribáñez y el comendador de
Ocaña, de Lope de Vega, donde las burlas recaen sobre la
casta judía de los primeros.
Según los documentos cervantinos, publicados
a principios de siglo por Rodríguez Marín, los Torreblanca
de Córdoba, ascendientes paternos de nuestro escritor, pudieron haber
sido confesos en atención a las profesiones de comerciantes
de paños o administradores públicos. Pero la explicación
de su obra a partir del supuesto de su diferencia de casta, como sostiene
Américo Castro, se ha ido abriendo camino, a pesar de no pocos
contradictores, alguno de la elevada talla intelectual de Eugenio Asensio.
Dado el tema principal que ahora me ocupa, no puedo extenderme más
en esta dirección.
Lo que resulta desalentador es la continuidad
perdurable del prejuicio antijudaico en un amplio sector de nuestros escritores
o estudiosos. Pemán, en su Poema de la Bestia y el Angel (1938)
atribuye caprichosamente al capitalismo judaico internacional la mayor
responsabilidad en desencadenar la guerra fratricida de los españoles
en 1936 (¿Licencia poética, en extremo licenciosa y tendenciosa
o sectaria? ¿Prejuicio ancestral antisemita?).
Un ejemplo muy significativo, dado el medio
intelectual en que se manifestó, es el que nos cuenta Rafael
Cansinos-Asséns en el tercer volumen de sus memorias, de muy reciente
publicación. Nos enteramos con cierta sorpresa que por los años
veinte de la presente centuria le fue retenido por unos meses el Premio Chirel
de Crítica Literaria, concedido por la R.A.E., al sospechar que era
judío . . . Por tanto, la caducada moral y
legalmente limpieza de sangre ha seguido, más o
menos encubierta, hasta bien entrado el siglo XX. Menos mal que, ahora, bastante
morigerada, ya que el ofrecimiento por el premiado de presentar su partida
de bautismo católico fue suficiente para que le otorgaran el premio,
que entonces alcanzaba la cuantía de dos mil pesetas. Claro está
que en los siglos XVI y XVII todos los cristianos nuevos
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estaban bautizados, lo que no pudo librarles de enojosos o fatales
procesos.16
Pero si el admitir que Cervantes tuviera
ascendientes confesos ha convencido a bastantes cervantistas (Franco
Meregalli, Alonso Zamora Vicente, Rodríguez
Puértolas . . .), no puede decirse lo mismo respecto
a la otra gran diferencia apuntada por Rosa Rossi en su repetido ensayo
Escuchar a Cervantes.
Es rotunda y taxativa desde el mismo
preámbulo. La figura de Cervantes ha estado sometida
hasta no hace mucho tiempo a los efectos deformantes de dos procesos de
encubrimiento. Uno ha sido el relativo a la homosexualidad, un comportamiento
definido en tiempo de Cervantes como pecado nefando; un largo
proceso de encubrimiento de una realidad humana que ha continuado actuando
de forma exclusiva en la cultura occidental y cristiana hasta hoy. Y el otro
ha sido el relacionado con el origen
hebreo . . .17
La nueva gran diferencia de un presunto
homosexualismo, originada en parte por el complejo estudio de Combet, al
que antes nos referíamos, ha topado con el rechazo general, aunque
también ha despertado dudas y recelos (Eisenberg, Goytisolo, Valente).
La misma Rossi, en la segunda edición de su librito, prefiere calificar
a Cervantes de perfecto andrógino para subrayar lo complejo
de su sexualidad, y no insistir en la condición de invertido.
En otro sentido, su lectura del comportamiento
heroico de Cervantes en Lepanto se aproxima a la valoración actual
que hemos expuesto. Pero en la interpretación del pasaje del
Quijote sobre el buen trato recibido por Cervantes del cruel Hasan
el Veneciano, creemos que ha ido más allá de lo admisible.
Releamos ahora el texto sin anteojeras deformantes:
Solo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de muchas que hizo temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez; y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este
16 Vid.
Rafael Cansinos-Asséns, La novela de un literato (Hombres, Ideas,
Efemérides,
Anécdotas . . .) Tomo 3
(1923-1936). Ed. preparada por Rafael M. Cansinos (Madrid: Alianza Editorial,
1995). Bajo la rúbrica Alboroto en la Academia, se recoge
esta anécdota en las páginas 84-87.
17 Vid. Rosa
Rossi, Escuchar a Cervantes, ensayo citado, en las páginas
2 y 15. Mi acotación procede de la página 15 de la edición
castellana.
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soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia (DQ, I, 40).
Para mí, la razón es clara y
única: la codicia. Si el rey de Argel hace apalear hasta la muerte,
como solía hacerse con el rebelde que intenta escapar, pierde el cuantioso
rescate, esperado de quien llevaba consigo cartas de don Juan de Austria
y el duque de Sesa, acreditando al parecer la alta calidad del prisionero.
Había que conservar al precioso rehén, con la esperanza de
un caudaloso provecho. Los sacrificados en casos tales como el pobre
jardinero cómplice eran pobres desgraciados sin posible rescate,
a no ser por limosnas piadosas de poca entidad.
El profesor valenciano Mateu Llopis estudió
el área monetaria de los Felipes II y III, el valor monetario del
escudo de los Austrias.18 En su estudio
numismático se aprecian los esfuerzos de la madre de Cervantes para
rescatar a su hijo, con intervención de mercaderes y autoridades de
Valencia. Pone de relieve la sangría monetaria española que
suponían los rescates de Argel. Los 500 escudos de oro pagados para
liberar a Cervantes (en la Topografía de Argel se dobla
erróneamente esta cantidad) eran una respetable suma en aquellos
tiempos.
Creo que la más poderosa réplica
a las insinuaciones de Rossi se encuentra en el concienzudo estudio
histórico de Emilio Sola y José F. de la Peña,
Cervantes y la Berbería, publicado este mismo
año.19 La más seria de sus
objeciones es la falta de documentación de Rossi acerca de las
circunstancias locales y cronológicas del cautiverio cervantino. Menciona
libros filosóficos y psicológicos de positivo mérito,
pero muy pocos de historia. Precisamente ahora que conocemos el mundo
mediterráneo y la vida cotidiana en el tiempo de los Austrias mucho
mejor que a principios de este siglo, gracias a los estudios de Benassar,
Braudel, Camamis, Domínguez Ortiz, Elliott, Kamen, Maravall,
Vilar . . .
Para Emilio Sola, que Hasan el Veneciano tuviese
sus efebos o garzones escogidos para un harem masculino, era más un
símbolo de poder que una relación personal en aquella sociedad
fronteriza
18 Vid.
Felipe Mateu y Llopis, Las monedas de don Quijote y Sancho, en
Homenaje a Cervantes. Lo dirige y edita Francisco Sánchez
Castañer (Valencia: Mediterráneo, 1950), tomo II, pp. 320-44.
19 Es el libro
al que aludíamos en la nota 3. Debe leerse con la mayor atención:
Cervantes y la Berbería (Cervantes, mundo turco-berberisco
y servicios secretos en la época de Felipe II), por Emilio Sola
y José F. de la Peña (México-Madrid: Fondo de Cultura
Económica, 1995).
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de corsarios, donde se mezclaban turcos, cristianos cautivos, renegados de
diversas procedencias, moriscos españoles y bereberes; de gran libertad
sexual y con una lengua franca de uso común. De costumbres irregulares,
no comprendidas por la Europa enemiga; la cual, a su vez, también
tenía sus esclavos berberiscos, capturados en las luchas
mediterráneas y no mejor tratados que los cristianos en Berbería.
Como veremos más adelante, incluso se documenta la ejecución
de un fraile en Argel, como represalia por la muerte en Valencia de un morisco
condenado por la Inquisición.
Pero el argumento decisivo para mí es
la presentación cómico-burlesca del homosexualismo en las obras
cervantinas. Sirva de ejemplo la comedia de La Gran Sultana, muy aplaudida
por el público español en su estreno de los primeros años
noventa; el cristiano disfrazado de mujer en el serrallo del gran Sultán
es una figura cómica de travestido, que no difiere gran cosa de semejantes
situaciones en las revistas musicales modernas. En el mismo Quijote,
Gaspar Gregorio, enamorado de la morisca Ana Félix, tiene que disfrazarse
de mujer en Argel, porque entre aquellos bárbaros turcos en
más se tiene y estima un mochacho o mancebo hermoso que una mujer
por bellísima que sea (DQ , II, 63).
En esta línea, me atrae singularmente
la burlona mención del pecado nefando en un lugar, olvidado
por completo a este respecto. Me refiero al gracioso diálogo de la
novela Rinconete y Cortadillo, en un picaresco ambiente sevillano.
Un mozo de la cofradía de Monipodio confiesa a Rincón,
con el mayor comedimiento, que es ladrón para servir a Dios
y a las buenas gentes; ofuscado ante la réplica de su interlocutor,
añade más adelante: ¿no es peor ser hereje o renegado,
o matar a su padre y madre, o ser solomico? ¡Sodomita
querrá decir vuestra merced respondió Rincón.
Eso digo dijo el
mozo.20
Me parece ver aquí una doble
intención: junto a la broma de transformar jocosamente al homosexual
en solomico, la sátira oculta que supone reunir el pecado
nefando con la herejía, como los más terribles delitos
del hombre. Por supuesto, los dos llevaban aparejada legalmente la más
grave de las sanciones: la muerte en la hoguera.
En el libro de Sola se añade, acertadamente,
que Cervantes nunca sometió a la burla ni al humor corrosivo ningún
concepto o actitud humana de gravedad esencial, como la libertad, la pobreza
o la muerte. A pesar del humor cervantino, el tono de seriedad
20 Vid.
Novelas Ejemplares, ed. de Juan Bautista Avalle-Arce (Madrid: Castalia,
1982), tomo I, pp. 235-36.
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aparece siempre que trata de pobreza, poder o libertad; no en las cuestiones
de sexo, en donde con frecuencia, si no casi siempre, el tono es
erótico-festivo, en la honda de los medios populares, como recordara
Bajtín. Muy al contrario de lo que sucede con la literatura
papaz contra-reformista, en la que el sexo tiene siempre tonos
terribles de pecado y
condenación.21 En lo cual
había yo coincidido hace tiempo, a propósito del Quijote
y en ratificación ampliada de una fina observación del profesor
Neuschäfer: La bondad nunca entró en conflicto con la
locura quijotesca.22
Cervantes y la Berbería también
podría inducirnos a pensar que la clemencia de Hasan hacia su estropeado
prisionero tuviera oculta una razón de ser en los tratos secretos
que por aquellos días procuraba mantener Felipe II con los turcos
para conseguir treguas en las interminables guerras corsarias del
Mediterráneo. Se ofrecían grandes cantidades en sobornos de
jefecillos renegados; se les invitaba a la apostasía con el señuelo
de tierras y honores en países cristianos.
Finalmente, analiza este mismo libro, con la
mayor detención, las declaraciones, obtenidas a instancias de Cervantes,
de sus doce compañeros de cautiverio. Se trata de la mencionada
Información, verificada en la ciudad de Argel, que es
tierra de moros en la Berbería, a diez días del mes de
octubre de 1580, ante el ilustre y muy reverendo señor fray
Juan Gil, redentor de España, de la Corona de Castilla.
Cervantes salía al paso de las maliciosas
y encubiertas insidias (cosas viciosas y feas), vertidas contra
él por el doctor Juan Blanco de Paz. De todas las declaraciones, sobresale
la más importante y positiva de Antonio Sosa, muy amigo de Cervantes
durante los tres años y ocho meses de convivencia en el cautiverio
argelino.
Hoy se le atribuye al mismo religioso Dr. Sosa
la autoría de la Topografía e historia general de Argel
(Valladolid, 1612), publicada por Diego de Haedo, abad del monasterio de
Frómista, que nunca estuvo en Argel. Es la única obra
histórica de aquel tiempo que cuenta con más detalle y encomio
la denodada actuación de Cervantes en el cautiverio.
Pero nuestro apreciado colega Daniel Eisenberg
cree que es el mismo Cervantes el autor de la Topografía; lo
fundamenta aduciendo
21 Vid.
Cervantes y la Berbería, p. 264.
22 Cfr.
Hans-Jîrg Neuschäfer, Der Sinn der Parodie im Don
Quijote, Studia Romanica, 5 (Hetf: Heidelberg, 1963); y Alberto
Sánchez, Arquitectura y dignidad moral de la Segunda Parte del
Quijote, en Anales Cervantinos, XVIII (1979-1980): pp.
2-23.
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numerosos paralelos de pensamiento, e incluso de expresión, que presenta
esta obra, con pasajes e ideas de libros
cervantinos.23
No obstante, los sazonados esfuerzos de Eisenberg
por ampliar el censo de libros cervantinos, me parecen más próximos
a su objetivo en cuanto al Diálogo de Selanio y Cilena, que
podría ser un fragmento de Las Semanas del Jardín (a
pesar de las objeciones de Carlos Romero) o quizá de la proyectada
segunda parte de La
Galatea.24
Pero en el caso de la Topografía,
la propuesta parece menos admisible. En efecto, el Diálogo de los
mártires de Argel, parte muy sustancial de la
Topografía, se ha publicado aislada, al cuidado de Emilio Sola
y José Mª Parreño hace pocos años. Consideran al
benedictino Antonio de Sosa como autor del Diálogo y de toda
la Topografía con buenas razones. Presenta un conjunto de treinta
relatos breves sobre sentencias de muerte ejecutadas en Berbería,
desde la época de Jeredín Barbarroja (1529) hasta el final
de la de Hasán el Veneciano (1580), el mismo año y mes de octubre
de la liberación de Cervantes.
Al final de la jornada 1ª de la comedia
de Los tratos de Argel se hace eco nuestro autor del martirio del
fraile valenciano Miguel de Aranda, en represalia por la muerte de un morisco
de Oliva, condenado por la Inquisición (tema del relato 23 del
Diálogo, a que aludíamos anteriormente).
A pesar de esta coincidencia y de otros muchos
paralelos encontrados por Eisenberg, el tono general del
Diálogo, netamente contrarreformista y con el acento
apologético del martirologio clásico paleocristiano, difiere
notablemente del estilo cervantino, tan cercano al abierto humanismo
renacentista.
Huella del cautiverio en el pensamiento y en la obra de Cervantes
Para cerrar nuestra exposición, debemos trazar un rápido panorama de los últimos escarceos renovadores en la apreciación del cautiverio y en busca de sus posibles influencias en la psicología de Cervantes y en la inspiración de su obra literaria.
23 Vid.
Daniel Eisenberg, Cervantes, autor
de la Topografía e historia general de Argel, publicada por
Diego de Haedo, trabajo presentado en el VI Coloquio de la
Asociación Internacional de Cervantistas, en Alcalá de Henares,
el 11-XI-1993. Actualmente en prensa para Cervantes, Bull. de CSA,
XVI, 1 (1996): pp. 235-236.
24 Vid. Las
Semanas del Jardin de Miguel de Cervantes. Estudio, edición y
facsímil del manuscrito (Salamanca: Ediciones de la Diputación,
1988). Cfr. la recensión de Carlos Romero Muñoz en Il Confronto
Letterario, VII. (Pavia, 1990), p. 219.
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El primer estudio serio de carácter
histórico, mediante la utilización de fuentes primarias y
fidedignas, incluso de origen musulmán, fue el del arabista y profesor
de literatura española Jaime Oliver Asín, sobrino del eminente
arabista Asín Palacios, en La hija de Agi Morato en la obra de
Cervantes, publicado por la R.A.E. en 1948 como contribución meritoria
al IV Centenario del nacimiento de nuestro primer
autor.25 Allí se documentan con gran
precisión los presupuestos rigurosamente históricos de la Vida
del Capitán Cautivo y de la comedia de Los baños de
Argel, de tema coincidente, junto a otras precisiones sobre la de La
Gran Sultana Doña Catalina. Distingue con toda claridad los hechos
verídicos de su versión poética y fabulosa. Hasta la
aparición en este año de Cervantes y la Berbería,
basado en un conocimiento más amplio de los historiadores
contemporáneos acerca del ambiente mediterráneo en el siglo
XVI, nada hay más fiable que el mencionado estudio de Oliver
Asín.
En el orden literario, el más destacable
hacia la mitad de este siglo es el de Alonso Zamora Vicente, El cautiverio
en la obra cervantina,26 si bien dedica
alguna extensión al comentario de la Epístola a Mateo
Vázquez, que hoy se rechaza como falsificación urdida en
el siglo XIX. Con todo, sigue válida e inatacable su afirmación
de que el cautiverio fue el hecho primordial que separa la vida de Cervantes
en dos mitades diferentes, que impone la transformación de sus ideales
y creencias e influye en la creación poética.
El intento más reciente de cambiar la
perspectiva de la investigación sobre el cautiverio fue promovido
por el Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo, fundado
en 1990 y dirigido por José Monleón. Gracias a su iniciativa,
se celebraron unas jornadas cervantinas en Madrid y Alcalá
de Henares, durante los días 13, 14 y 15 de diciembre de 1993. Se
proponían precisar la influencia del cautiverio en el pensamiento
y la obra de Miguel de Cervantes.
De entrada, se cuestionaba la interpretación
oficial de la historia de la época y se apuntaba la sospecha
de que Cervantes debe a la cultura musulmana una parte de su tolerante
sabiduría.
Intervinieron en las mesas redondas actores,
escritores y profesores españoles y norteafricanos, que leyeron sus
ponencias con toda libertad, sin atender estrictamente a la
incitación de la convocatoria,
25 Vid.
Jaime Oliver Asín, La hija de Agi Morato en la obra de Cervantes
(Madrid: Imprenta Aguirre, 1948). Fue publicado por primera vez en el
Boletín de la R.A.E. del mismo año.
26 Vid. el trabajo
de A. Zamora Vicente en el Homenaje a Cervantes, citado en la nota
18, tomo II, pp. 384-401.
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ya que en ella se mezclaban ostensibles evidencias con gratuitas sugestiones:
Cervantes es modelo de trayectoria vital manipulable; vamos
a estudiar uno de esos puntos oscuros en la biografía del autor del
Quijote; porque, ¿qué sucedería si en vez del
cautiverio terrible y castigador de Cervantes en tierras argelinas, que nos
contaron en el catón, hubiera sido otro, más habitual y placentero,
en el que el poeta hubiera podido alcanzar su más alto nivel de
creación? Aunque así no fuera, este Seminario pretende
indagar en hechos tan sugestivos como éste o, lo que es lo mismo,
estudiar qué tipo de efectos produce el mestizaje generado
por todo cautiverio, destierro o exilio, en las gentes del arte y de la
Literatura.27
Por amable invitación de José
Monleón, tuve el honor de intervenir en la segunda de las mesas
redondas, que enfocaba la clave de todas las reuniones: la huella
del cautiverio en la literatura cervantina.
Nos presentó muy cortésmente
César Oliva y actuamos, en ordenada sucesión, López
Estrada, catedrático de la Complutense, seguido por mí, Ahmed
Abi-Ayad, profesor de la Universidad de Orán, que ahora nos acompaña
en Argamasilla, y Celsa Carmen García Valdés, del Consejo de
Educación de la Embajada española en Rabat (Marruecos).
Mi comunicación llevaba por título
Libertad, humano tesoro, en homenaje a Rubén Darío,
autor de la Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, aunque
en imitación ahora de su sonoro eneasílabo Juventud,
divino tesoro.
Volví a publicarlo en el último
tomo de Anales Cervantinos, XXXII (1994), previa la debida
autorización, para que pudiera llegar a la esfera más recoleta
del cervantismo.
Mi ensayo difería un tanto del
propósito inicial de aquellas jornadas, reunidas para estudiar, como
hemos adelantado, los efectos del mestizaje generado por el cautiverio
en los hombres de letras. Ante todo, expuse mi criterio de que la
asimilación de la cultura musulmana por Cervantes no procede de los
cinco años de esclavitud en Argel, puesto que ya estaba impregnado
de ella a través de la propia cultura materna y española,
completamente híbrida y mestiza, o aljamiada y
mudéjar si se prefieren las denominaciones de tradición
medieval. Que no en balde duró la Reconquista ocho siglos y convivimos
luego con los moriscos hasta bien entrado el XVII.
Así lo demuestran los copiosos arabismos
del castellano (aceite, albañil, ojalá), que han ido
disminuyendo, aunque algunos persistan
27 Vid.
La huella del cautiverio en el pensamiento y en la obra de Cervantes
(Madrid: Fundación Cultural Banesto, 1994).
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en refranes (abacería, albéitar, alfayate); una copiosa
toponimia y la estudiada maurofilia de la literatura clásica
española.
Podríamos cifrar esta simpatía
en el hecho de atribuir Cervantes el Quijote a un morisco; es decir, un
historiador arábigo y manchego. De la significación
de Cide Hamete Benengeli, y su posible relación con la comprensiva
actitud religiosa de su historia, ha compuesto Juergen Hahn, profesor en
California, un librito de innegable interés, aunque no se pueden suscribir
algunas de sus afirmaciones.28
Con todo, es evidente que los cinco años
de Argel han inspirado a Cervantes en su creación literaria. Lances,
percances y motivos de sus comedias de cautivos y de varias novelas ejemplares
se han nutrido de aquella triste experiencia. Pero si hubiera que determinar
concretamente la motivación suprema inspirada por el cautiverio, yo
me inclinaría por la exaltación de la libertad a lo
largo de toda su obra y su condenación a todo género de esclavitud
y servidumbre. La libertad como corolario indispensable de la dignidad humana
y la tolerancia religiosa e ideológica son conceptos básicos
del humanismo renacentista plenamente sentidos y divulgados por Cervantes.
La comunicación de López Estrada
enfocó la comicidad patente en las obras cervantinas inspiradas por
el mundo árabe (aspecto coincidente en parte con las consideraciones
que dejamos expuestas en el apartado anterior). Abi-Ayad disertó muy
originalmente sobre una linda y preciosa pareja (Argelia y Cervantes),
muy amorosa, a pesar de todas las dificultades y penas sufridas y compartidas
en aquella ciudad mediterránea. Por último, Celsa
García Valdés puso de relieve muy certeramente el
distanciamiento por el que la nacionalidad y la religión
practicada, en sí, no son determinantes de la bondad o villanía
de un personaje, puesto que para Cervantes el ser cristiano no
significa nada. Afirmación excesivamente absoluta, aunque la
continuación resalte por su exactitud: hay cristianos buenos
y cristianos malos, infieles buenos e infieles malos.
El resumen del moderador Oliva deja la
cuestión en una vaguedad ecléctica y pacificadora: Los
cuatro puntos de vista presentados en esta Mesa Redonda, de extraordinario
valor todos, distantes en algunas conclusiones, coincidentes en otras, hablaron
a las claras de la contemporaneidad del tema y de su riqueza. Riqueza manifestada
al hacer posible la pluralidad de enfoques reseñada.
Cuando terminaba de componer estas notas, me
envía el admirado amigo y colega Daniel Eisenberg, piloto orientador
de este
28 Vid.
Juergen Hahn, Miracles, Duels and Cide Hamete's Moorish Dissent (Potomac,
Maryland: Scripta Humanistica, 1992).
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Coloquio en Argamasilla, un arriesgado ensayo, aun dentro de su inquietante
y bien razonada exposición, bajo la inesperada pregunta de ¿Por
qué volvió Cervantes de Argel? Viene a ser como el
insólito colofón o reverso de cuanto he venido tratando esta
tarde.29
Aquí se plantea la posibilidad teórica
de que Cervantes pudiera haber renegado, como tantos cristianos lo hicieron,
y quedarse en Argel, en pos del hedonismo de una vida más cómoda
y placentera. Entre los renegados de buena posición contaba con varios
amigos y cabe en lo posible que alguien le sugiriera tan atrevida y grave
decisión. No lo hizo y Eisenberg enumera con evidente cautela y
penetración los motivos que le pudieron haber decidido. Entre ellos
no cuenta tanto el religioso como la nativa vocación literaria e
intelectual, la gran afición del hombre que leía incluso los
papeles rotos de las calles (DQ, I, 9) y la comunicación
o conversación discreta y apacible con personas de buen entendimiento
y formación. Por supuesto, los hechos mandan y si alguna vez la tuvo,
Cervantes no cayó en la tentación del reniego y la ruptura
total con la patria, familia y religión. Consta en varios lugares
el cariño que se profesaban, sobre todo, madre e hijo, y las dos hermanas
Andrea y Magdalena, que tantos años vivieron con el escritor, incluso
después de su matrimonio.
Entre la gran polvareda, perdimos a don
Beltrán . . . Me parece que en las especulaciones
últimas en busca de una personalidad evanescente, se ha ido demasiado
lejos. ¿No cabría volver a las explicaciones más sencillas
ante unos hechos indemostrables documentalmente, de momento?
Eisenberg y Canavaggio han llegado a una
conclusión análoga. La de que se nos escapa siempre la intimidad
del escritor. Siguen los vacíos y lagunas en nuestro conocimiento
de su vida en Argel (como en tantas otras ocasiones de una vida nada
fácil). Insiste Eisenberg en su último trabajo en torno a la
estancia en Argel, que lo expuesto documental o literariamente corresponde
únicamente a lo que permitió que llegara a nuestro conocimiento.
Y sugiere que hubo algo, o aun algos que no quiso contarnos.
¿Por qué? Confiamos que el estudio
riguroso y ponderado de las fuentes manifiestas o el descubrimiento de
algún documento ignoto puedan iluminar con mayor claridad la figura
humana del príncipe de las letras españolas.
29 Vid.
Daniel Eisenberg, ¿Por qué volvió Cervantes de
Argel?, hoy en prensa para los Essays in Golden Age Literature,
Presented to Geoffrey Stagg on his Eightieth Birthday. Es el texto revisado
de un trabajo presentado al I Congreso Internacional de la Asociación
de Cervantistas (Almagro, 1991).
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Prepared with the help of Sue Dirrim |
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Fred Jehle jehle@ipfw.edu | Publications of the CSA | HCervantes |
URL: http://www.h-net.org/~cervantes/csa/artics97/sanchez.htm |